El mundo de las esencias

Pasamos las tardes juntos, bebíamos vino y reiamos... Reíamos muchísimo. Mi casa era nuestra fortaleza y todas las tardes eran nuestras. Nunca hubo ni un beso, pero nos dábamos la mano, porque si, mientras reíamos, mientras veíamos una película... Con timidez, siempre. A veces yo la acercaba, a veces él me ponía la suya dispuesta. Una vez le di la mano delante de mi pareja, inconscientemente como tantas veces antes lo hacíamos de forma rutinaria. Note la mirada que quemaba en la mano, en nuestras manos. No sé qué sentiría ... El peso de mi falta de libertad... No lo sé. Fue a la cocina y yo fui, y lo abrace ... Mucho rato. Desde entonces incluimos los abrazos, nos sentíamos desprotegidos del mundo, era aterrador fuera de esas cuatro paredes y de nuestro solipsismo. A veces nos teníamos que abrazar durante minutos para entender que no estábamos solos aunque algo nos separaba. Nuestros miedos, nuestra inocencia... Nuestra estupidez máxima.
Un día pasó, la realidad se hizo patente pero yo quería seguir viviendo en ese continuo mundo de esencias... Y es mentira, es engañarse... No existe. Si tú estás en las nubes, alguien estará tirado en la arena por ti.
Ya no conozco a esa persona, la materia cambio... Todo cambio. Pero aún recuerdo la esencia de esos abrazos de dos adolescentes con miedo al miedo. Eso nunca lo perderé.
Y el sabor... Era sabor a vino, mucho vino.

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