¿Cómo empieza esto?

Hoy, de camino a casa, pasaba por delante de casa de mi vecina y escuchaba que le decía a su nieta "Esa niña también era muy mala para comer" Me emocioné un poquito al recordar aquellos días en los que yo era la niña que, sentada en la mecedora, intentaba zafarse de la odiosa comida. Y mira ahora... como de todo, es más, podría ir atando cada uno de mis recuerdos a un sabor diferente y así tejería una gran colcha con la que cubrir toda mi vida.
De aquella época en la que éramos seis en casa, y mis padres se iban a trabajar fuera, recuerdo el sabor de las patatas fritas, que Antonia (la vecina) me cocinaba para conseguir que comiese algo. Era sin duda mi plato favorito: huevos y patatas fritas. En mi memoria guardo junto al recuerdo de aquellos días, el olor al aceite hirviendo y todos los recovecos de aquella cocina. Algo tan simple puede atraer tantos recuerdos…
Efectivamente, de pequeña, era horrible para comer, a todos desesperaba. Desde mis padrinos cuando venían de vacaciones, a mis hermanos cuando cuidaban de mi… la cuestión es que la hora de la comida era un autentico tormento para mi, y para los que me rodeaban.
Luego fui creciendo, y así fui descubriendo otros sabores, y mundos en cada uno de ellos. Puedo incluso atribuir un sentimiento a cada uno de ellos, si estoy triste nada me reconforta más que un plato de lentejas, así de simple. Me recuerdan a mi abuela. Y su recuerdo, aunque triste, siempre es reconfortante. Aunque nunca volveré a probar las suyas, su receta. Al igual que los jardines colgantes de Babilonia es una maravilla del mundo que desapareció, y que algún día espero contarles a mis nietos que existió, mientras cocino algo que atesoren en su memoria a través de sus papilas gustativas.
Y de pronto un día, de ser la niña que odiaba la comida, pase a ser la que disfrutaba tanto con ella… que decidí ser cocinera. Pero como me gustan tanto las historias…prefiero contaros algunas

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